Murió Lalo Schifrin, galardonado músico y compositor argentino
A los 93 años, falleció un referente de la música, que deja maravillas como el tema de Misión Imposible, bandas sonoras de clásicos como Harry el sucio y Bullitt que demostraron el protagonismo de la música.
Uno de los artistas argentinos más influyentes del siglo XX, Lalo Schifrin, cuyo talento trascendió fronteras y generaciones, falleció hoy a los 93 años en Los Ángeles, a causa de una neumonía.
Referente de la música, deja obras como el tema de Misión Imposible, hasta bandas sonoras de clásicos como Harry el sucio y Bullitt que demostraron que la música podía ser tan protagonista como los actores.
Porteño y nacido en 1932, Boris Claudio Schifrin, Lalo encontró en el piano su primer amor, guiado por su padre violinista del Teatro Colón. Pero fue en el jazz donde encontró su destino: a los 20 años, el trompetista Dizzy Gillespie lo escuchó improvisar en un boliche de la calle Esmeralda y le ofreció un boleto sin retorno a Nueva York.
En 1963, Lalo ya firmaba contratos en Hollywood, donde mezcló jazz, tango y sinfonías como nadie: “Bruce Geller me pidió un tema que hiciera correr a la gente del living a la TV”, contaba sobre la composición de Misión Imposible. Lo logró: ese ritmo de 5/4 con piano y trompeta se grabó en un día y hoy suena en memes, aviones y hasta en el ring de boxeo.
Su talento fue contemplado en numerosas ocasiones por la Academia del Cine de Hollywood, que lo nominaron varias veces a los premios Oscar.
En 2019, Schifrin obtuvo un Oscar honorario que le fue entregado por el actor y director Clint Eastwood, con quien mantuvo colaboraciones relevantes a lo largo de su trayectoria. “Componer para el cine me dio una vida de felicidad”, dijo al recibirlo. Este galardón representó la consagración oficial de una carrera dedicada a crear universos sonoros para el séptimo arte.
Hasta sus últimos meses estuvo activo: en abril estrenó ¡Viva la Libertad!, una sinfonía junto al pianista Rod Schejtman en el Teatro Colón, dedicada “al espíritu resiliente argentino”.
“La música no tiene límites, es un lenguaje universal”, repetía, mientras sus partituras seguían sonando en películas de Tom Cruise y homenajes de Kanye West.
Schifrin vivió entre Beverly Hills, en una casa que fue de Groucho Marx y sus raíces porteñas. “Argentina fue el puntapié inicial”, confesó, aunque nunca volvió a radicarse aquí.
Dejó 100 bandas sonoras, 60 obras clásicas y una filosofía: “Hay que evitar lo obvio”. Hoy, mientras su Tango del atardecer suena en streaming y su tema de Mannix resucita en memes, su muerte nos recuerda que los genios no se van: se transforman en notas que nunca paran de bailar.
Schifrin deja un legado imborrable para la música de cine y televisión, con un estilo que influyó a generaciones de compositores. Su obra continúa en pantallas de todo el mundo. (VW)