Medicamentos: Las inspecciones de “Buenas Prácticas de Fabricación” dependerán de certificados extranjeros
Los laboratorios argentinos —que cumplen controles estrictos y pagan costos locales— saben que competir con genéricos asiáticos a precio dumping es perder el partido antes de jugarlo.
 Con la publicación en el Boletín Oficial de la Disposición de la ANMAT, 7998/2025 lleva la firma de los ministerios de Salud y Desregulación, las inspecciones de “Buenas Prácticas de Fabricación” pasarán a depender de certificados extranjeros o de declaraciones juradas. En otras palabras, confiar en lo que diga el laboratorio exportador.
Con la publicación en el Boletín Oficial de la Disposición de la ANMAT, 7998/2025 lleva la firma de los ministerios de Salud y Desregulación, las inspecciones de “Buenas Prácticas de Fabricación” pasarán a depender de certificados extranjeros o de declaraciones juradas. En otras palabras, confiar en lo que diga el laboratorio exportador.
Según reza la normativa, lo que se busca es “agilizar trámites” y “reducir costos administrativos”. En la práctica, abre un negocio multimillonario: el de las farmacéuticas con plantas en India y China, las grandes proveedoras de genéricos baratos que ahora podrán ingresar al mercado argentino con menos obstáculos y más margen de ganancia.
La narrativa oficial es precisa: los controles “duplicaban esfuerzos” y retrasaban la importación de medicamentos. El ministro Mario Lugones y su socio ideológico, Federico Sturzenegger, aseguran que la eliminación de las inspecciones permitirá “modernizar el sistema” y “bajar precios”. Pero la aritmética del mileísmo siempre cierra del mismo modo: se achica el Estado, se agrandan los riesgos.
Hasta 2005, la ANMAT validaba automáticamente los certificados de plantas europeas o del Mercosur. Recién ese año se incorporó la verificación presencial. Fue un salto de calidad sanitaria, el tipo de burocracia que impide tragedias. Ahora el Gobierno regresa a la lógica noventista: confianza externa, control remoto y fe de importador.
Desde la industria farmacéutica nacional no lo dicen en voz alta, pero el enojo es tangible. Los laboratorios argentinos —que cumplen controles estrictos y pagan costos locales— saben que competir con genéricos asiáticos a precio dumping es perder el partido antes de jugarlo.
Y hay antecedentes para preocuparse. HLB Pharma, el laboratorio detrás del escándalo del fentanilo contaminado, operó durante meses sin inspecciones adecuadas. Ciento veinticuatro muertes después, nadie discute que los controles sirven. El Gobierno, sin embargo, parece dispuesto a volver al modo “autocertificación”.
El argumento económico tampoco convence. En los últimos meses los precios de los medicamentos crecieron por debajo de la inflación, pero el acceso sigue limitado. Bajar el control no garantiza que bajen los precios. Sí garantiza que los importadores reduzcan sus costos y los consumidores asuman el riesgo. (VW).

 
																			 
																			 
																			


